En Inglaterra hay cuatro canales de tele públicos y hartos otros por cable. Desde que vivo en la isla no he tenido una tele. No, de hecho sí, tuve una en el cuarto donde me quedé los primeros cuatro meses, pero nunca la prendí porque no había manera de acomodarnos los dos en el cuartito -era ella o mi compu. A veces me topo con la tele prendida en algún lado y me le quedo viendo, absorto; pero no he visto nada interesante más que el fucho, pero ese es por Sky y siempre en un pub. Cuatro canales que no me interesan no valen la pena, creo yo.
Tener una tele es relativamente barato, las hay de segunda mano por menos de 500 pesos. Pero hay que pagar un impuesto para ver la tele en este país, unos 3,000 pesos al año. Por supuesto que puedes comprar una tele y decir que no tienes una. Pero no importa, desde que me mudé a nuestra residencia actual, llegan cartas del buro encargado de cobrar este impuesto especial que van en el espiritú: “ Sabemos que usted no tiene registrada una tele en su casa. Sí tiene una y no paga su licencia, tendrá que pagar una multa de 20,000 pesos” . O: “ Usted va a pagar por violar la ley, pague su licencia ya”. “Hemos autorizado una visita a su casa, nuestros agentes encubiertos podrán descubrir que tiene una tele, no se arriesgue... pague su licencia”. Y así, siempre amenazando con la multa.
Aunque hay veces que me gustaría tener una tele para ver el fucho inglés o una buena peli o solo pasar el rato. Después de tantas amenazas me quedé sin ganas de ver la tele británica. Sí tengo ganas de “la caja idiota” mejor rento una peli del video club de al lado y veo lo que escojo y sin comerciales.
Me imagino que en algún momento compraremos una tele. Me gustaría pensar que no, pero es una posibilidad. Hasta ahora la he pasado bien, a pesar de su relativa ausencia en mi vida diaria. Ahí está el internet para entretenerme pasivamente.
Por lo pronto veo de lejos el ver de lejos: “Fernsehen sehe ich fern”